Una calle de Asunción recuerda al cadete Carlos Sisa, quien con sus compañeros atacó un nido de Ametralladoras, sabiendo que no podría sobrevivir

Por decreto 440 del año 1940, la calle Cadete Carlos Sisa es la ex sexta proyectada, al Este de Independencia Nacional, con interrupciones en su recorrido, esta arteria nace en la calle Fulgencio Yegros al Oeste y se extiende hasta la avenida José Félix Bogado. Paralela al Sur a la calle Batallón 40 y al Norte a la calle Acuña de Figueroa.

Los cadetes del R.I.6. Boquerón (1600 jóvenes entre 15 y 18 años) llegaron al área de combate el 17 de septiembre de 1932.

Dos de ellos murieron ese mismo día: los cadetes Oscar (Coquito) Otazú y Pastor Pando.

Muchos dejaron sus vidas en el ataque a Boquerón. La historia recuerda también al Cadete Carlos Sisa.

Tenía apenas 16 años y el 26 de septiembre de 1932, con el tercer batallón que comandaba y juntamente con el Cadete Gregorio Villalba habían ocupado la primera línea de trincheras.

Por su edad y por la experiencia trágica de los primeros días se batalla, se le ordenó ir a retaguardia y se negó a dejar a sus compañeros.

Llegó hasta un tramo de las trincheras y quedó aislado, sin proyectiles, sin agua y acosado por ambos flancos, sin posibilidad de recibir apoyo.

Enfrentado a su destino, envió un lacónico mensaje a su jefe: “Ametralladora enemiga impide avance. Ordeno el asalto. Viva el Paraguay”.

Al entrar al foso boliviano encontró al pie de una ametralladora a un oficial boliviano herido de muerte. “Deme aguita soldado”, le dijo.

“Soy Cadete” le respondió y le pasó lo que quedaba en su caramañola pidiéndole le entregue su pistola.

El boliviano le pidió que lo matara para dejar de sufrir. Le obsequió sus binoculares  y el Cadete Sisa negándose a matarlo, le dio más agua para beber, muriendo el enemigo en sus brazos.

Minutos después, en el avance sobre las trincheras el Cadete Carlos Sisa recibió un balazo en la cabeza cayendo su cuerpo enredado en las alambradas de púas.

Encontraron su cuerpo recién al caer Boquerón, el 29 de septiembre de 1932.

Sus compañeros le enterraron y colocaron sobre la cruz, una corona de alambres de púas.

El Cadete Carlos Sisa, apenas había cumplido 16 años cuando decidió que valía la pena morir por la patria. 

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