Una calle recuerda al portugués Alejo García, que conoció Paragua-y trece años antes de la fundación de Asunción

Como continuación a la serie de entregas sobre los nombres de las calles de Asunción y la historia que encierra cada una de esas denominaciones, elaborada por la señora Evanhy de Gallegos, se destaca una calle capitalina que lleva el nombre del portugués Alejo García quien, en 1516, formó parte de la expedición de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata.

Esta arteria es llamada así por la Ordenanza N° 649/42, que nace al Sur en la avenida Dr. Juan León Mallorquín, cortada en un tramo por la sede de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) y se extiende hasta la bahía del río Paraguay, al Norte de la calle Tte. 1° Kanonnikoff.  Es paralela a la calle Antonio Ruiz de Arellano al Oeste y a la calle Juan Díaz de Solís al Este, abarcando los barrios Carlos Antonio López y San Antonio.

La fantástica historia del paso de García por Asunción, recorriendo el tape aviru

Alejo García quedó en la historia como descubridor del Paraguay, gracias a que se salvó de morir cuando su embarcación quedó varada en Yuruminin, isla llamada Santa Catarina en el actual Brasil.

El explorador Sebastián Gaboto denominó la isla en honor a su esposa Catalina.

La destrucción de su barco le dio otro destino a su vida.  No murió en la actual Punta del Este del Uruguay, donde, según una discutida historia, Juan Díaz de Solís, que encabezaba la exploración, fue devorado por los indios charrúas.

Este hecho lo eternizó en la historia del Paraguay.

No fue posible arreglar la nave y, con nueve de sus compañeros que salvaron sus vidas, se quedó en la isla a vivir con los guaraníes, que la poblaban.

En poco tiempo aprendió la lengua, se adaptó a la vida de los nativos y, en 1524, después de escuchar las historias sobre los ríos auríferos y cerros de plata, de la región oeste, donde el sol se pone, donde vivían nativos diferentes a los guaraníes, organizó el viaje que recorrió por primera vez un europeo: la ruta guaraní tape aviru, que pasaba por Asunción.

La información no era otra cosa que la noticia de la existencia de los incas en tierras pre andinas.

Con su compañero Alejo Ledesma, y otros tres compañeros innominados, se internó al centro del continente, con una escolta de indios de 2.000 hombres.

Alejo García estaba interesado en el oro y la plata, con que se decía que los nativos incas se adornaban.

Los guaraníes querían guerrear a sus enemigos de las montañas de los Andes, a quienes denominaban aragua, que significa: de las montañas, o de la altura.

En el año 1524, caminando, cruzaron el rio Paraná a la altura de las cataratas del Yguazú.  Luego, por el río Monday y su catarata, atravesaron extensas selvas vírgenes por la ruta que seguiría, más tarde, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y doña Mencia de Sanabria, y arribaron a Paragua-y, al sitio donde, trece años después, los conquistadores fundarían el fuerte Nuestra Señora Santa María de la Asunción.

Entraron por el camino tape aviru, actual avenida Fernando de la Mora, entonces llamada Ysaty y, luego de avistar el cerro denominado por los conquistadores:  Lambaré, llegaron a Paragua-y, que después de 13 años cambiaría su entrañable nombre por Asunción.

En Paragua-y, nombre de origen de Asunción, se construyeron las embarcaciones que los llevaron a viajar al norte por el río Paraguay.

Los osados aventureros eran recibidos pacíficamente por los carios guaraníes, que poblaban muchos de los pueblos que hoy son ciudades ribereñas del Paraguay.  Eran de la misma raza y lengua que sus acompañantes.

Los guaraníes acostumbraban migrar por el tape aviru, en busca del mbae vera guasu (tierra sin mal), lugar resplandeciente de mucha luz, que era evidentemente la salida del sol hacia el este, la actual costa de Brasil y, al poniente, el oeste a la tierra de los Incas, la actual Bolivia y Perú.

Navegando llegaron hasta el actual Fuerte Olimpo, donde penetraron el Chaco y, marchando siempre al oeste, alcanzaron la Cordillera de Alto Perú, asolando, saqueando y destruyendo cuanto encontraban.

Conocieron la montaña a la que llamaban Potojchi, cuyo nombre derivó luego en Potosí, cuyo significado es: cerro donde brota la plata, guerreando contra los nativos Charcas.

Alejo García se admiró ante ese cerro de plata de cuatro mil metros de altura, mucho antes que otros conquistadores.

La tradición minera de los habitantes de la zona, cuenta que los indios descubrieron cómo fundir el metal cuando hicieron una fogata en la ladera del cerro y, a la mañana siguiente, encontraron la plata fundida entre las cenizas, lo que permitió el hallazgo de los yacimientos.

Trece años después los conquistadores llegaron a Potosí y extrajeron tanta plata que quedó acuñada una frase: Vale un Potosí, cuando en 1605, salió a la venta una edición de la novela Don Quijote de la Mancha, del prestigioso escritor don Miguel de Cervantes Saavedra.

Alejo García y los guaraníes retornaron con la decisión del náufrago portugués de quedarse en Paragua-y.  Antes, despachó a dos compañeros y algunos indios con cartas y dos o tres arrobas de plata para los otros náufragos de Yuruminin, invitándolos a venir, pues abrigaba el propósito de emprender más tarde otra incursión.

En un descanso, acampado a orillas del río Paraguay, cerca del sitio donde se fundaría más tarde San Pedro de Ycuamandyju, García y el compañero que le restaba fueron muertos por los guaraníes.

Solamente se salvó un hijo suyo, mestizo, que el historiador Ruy Díaz de Guzmán afirma haber conocido muchos años después. 

La plaza Alejo García recuerda el lugar donde ocurrió su muerte.

Así acabó, en 1525, el descubridor del Paraguay y de Charcas.

Dice Manuel Domínguez: fue el primero que se internó en la tierra de los mbayaes, llegó a los Andes peruanos y penetró en los dominios del Inca, terminando su carrera cuando Pizarro no empezaba todavía la suya en el Perú.  Cruzó Curitiba diecisiete años antes que Alvar Núñez, descubrió el Paraguay cuatro años antes que Sebastián Gaboto, exploró el Chaco trece años antes que Ayolas, entró a Charcas trece años antes que las huestes de Pizarro

Agrega el historiador Manuel Domínguez: La historia le da ese lauro a aquel gentil aventurero.

Resaltando la importancia de nuestra ciudad capital, se podría completar la célebre frase con: En la ciudad de Asunción, por donde pasaba el tape aviru, los guaraníes transitaban en busca del mba’e vera guasu, tras el yvy maraneyde la tierra sin mal, en la que todos ansiamos vivir.

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