La calle Antequera recuerda al caudillo cuyo apellido tuvo que desaparecer del Paraguay durante 45 años

Continuando con la serie de entregas sobre los nombres de las calles de Asunción y la historia que encierra cada una de esas denominaciones, elaborada por la señora Evanhy de Gallegos, a continuación se darán detalles sobre la calle José de Antequera y Castro.  

En Asunción, se llama Antequera a una calle y a la célebre Escalinata del cerrito que la corona.

Por la Ordenanza N° 649 de 1942, lleva el nombre José de Antequera y Castro la arteria que nace en la intersección de la calle El Paraguayo Independiente y la avenida Mariscal López al Norte y se dirige al Sur hasta la avenida Acuña de Figueroa, conocida como 5ta., frente al club Sol de América.  Es paralela a las calles Caballero al Oeste y al Este con la calle Tacuary, recorriendo los barrios Catedral, San Roque y General Díaz.

Su apellido tuvo que desaparecer durante 45 años y ese gran silencio de casi medio siglo se debió a la Revolución Comunera que encabezó, enfrentando a los religiosos de la Compañía de Jesús y al Rey de España.

Durante ese largo tiempo ni su familia paraguaya, habida con Micaela Sánchez de Vera y Aragón Cañete y su hijo José, pudieron volver a pronunciar su nombre en voz alta.

Como la sangre no es agua, sus descendientes continuaron su linaje sin nombrarlo.

Hasta la reversión de su caso en 1779, hubo demasiada infamia y venganza aún después de su asesinato en Lima en 1731.

El Rey Carlos III, además de rehabilitar la memoria de José de Antequera, dispuso que el hijo habido con Micaela, pudiera llevar el apellido en forma pública, designándolo también como Regidor Perpetuo del Paraguay.

Transcurridos los trescientos años de esta historia, en el Paraguay su apellido sigue estando solo en una calle. 

Hubo fuertes intereses políticos y económicos que influyeron en la declaración de traidor, tanto al comunero Antequera como a su compañera Micaela, acusada de ser una amancebada, lo que para la moral de la época no tenía perdón.

Historia del destino paraguayo de Antequera

El doctor José de Antequera y Castro, caballero de la Orden de Alcántara, Oidor y Fiscal Protector de Naturales de la Real Audiencia de Charcas, fue un ilustre panameño de noble alcurnia, nacido el 23 de julio de 1690.

Por prestigio y nombradía llegó al Paraguay designado por la Real Audiencia de Charcas, para investigar al gobernador Diego de los Reyes Balmaceda.

En reemplazo del gobernador corrupto, José de Antequera fue designado Gobernador de la Provincia del Paraguay.

Solo cuatro años permaneció en Asunción, pero dejó un recuerdo imperecedero por luchar por la libertad de los habitantes de estas tierras, casi cien años antes de la Independencia Nacional.

José de Antequera llegó a Asunción el 23 de julio de 1721.

El procesado gobernador Reyes de Balmaceda huyó a las Misiones y la poderosa Orden Religiosa Jesuita movió sus influencias, logrando que el arzobispo Diego Morcillo, virrey del Perú, lo repusiera en el mando.

Esto hizo en abierta violación a las disposiciones legales y a pesar de haber designado a Antequera gobernador del Paraguay por decreto de 1721, pasando sobre la autoridad de la Audiencia.

El Cabildo asunceno no lo quiso aceptar.

El virrey nombró entonces gobernador a Baltazar García Ros, destituyendo a Antequera.

La segunda Revolución Comunera

Comenzó así una puja entre el poder virreinal, instigada por la poderosa Compañía de Jesús y el Cabildo asunceno.

Baltazar García Ros pretendió entrar a la ciudad de Asunción amparado por un poderoso ejército de indios misioneros, proporcionados y mandados por los jesuitas.

La arbitraria medida provocó la resistencia paraguaya y acordaron resistir por las armas la entrada de García Ros, encomendando a Antequera la jefatura del Ejército del pueblo.

El manifiesto decía: Luego que don Baltazar García Ros asome en las riberas del Tebicuary, los cabildantes extinguiremos de esta ciudad el Colegio de la Compañía de Jesús, porque no queremos entre nosotros personas que nos aborrecen y persiguen y tiran a consumir y aniquilar a los naturales de esta provincia.  Los que en caso de derrota vuelvan vivos de dicho paraje y acto de guerra, ejecutarán esta decisión, consumirá a don Diego de Reyes y a toda su generación y también a nuestras mujeres e hijas para que no queden expuestas a los riesgos y peligros con que son amenazados y degeneran de su nobleza.

García Ros fue derrotado por los comuneros asuncenos, liderados por Antequera, el 25 de agosto de 1724, en Tebicuary.

Reyes Balmaceda, que había huido a Corrientes, fue traído preso y los jesuitas fueron expulsados del Colegio de Asunción, que estaba donde se encuentra el actual Congreso de la Nación.

El Virrey del Perú, el marqués José de Armendáriz Castelfuerte, apenas enterado de estos sucesos, firmó una orden para que Bruno de Zavala y Delgadillo, gobernador en Buenos Aires, pase a la ciudad de Asunción, desde donde debía remitir preso a Antequera.

Añadía a sus órdenes un despacho en blanco del nombramiento de gobernador, facultando a Zavala a llenarlo con el nombre que juzgara conveniente.

Cuando Zavala y Delgadillo entró a Asunción, lo hizo con un poderoso ejército.

Nombró gobernador a don Martín de Barúa y los jesuitas volvieron a su Colegio frente a la Costanera.

Antequera, con Juan de Mena y otros comuneros, tuvo que huir a Córdoba el 5 de marzo de 1725, aunque resolvió presentarse en Lima, convencido de haber obrado bien.

Fue apresado por orden del virrey Castelfuerte, junto con Juan de Mena y otros tres asuncenos.

Tras un largo proceso, José de Antequera y Castro fue ejecutado en Lima el 5 de julio de 1731, juntamente con su alguacil Juan de Mena.

La mañana de la ejecución se amotinó el pueblo de Lima para impedir esa medida extrema.

Castelfuerte, montado a caballo, se puso al frente de las tropas y ordenó hacer fuego sobre la muchedumbre.

Con la descarga de los fusiles, cayeron muertos Antequera y dos frailes franciscanos que le asistían, y el virrey, aún ya muerto Antequera, dispuso que se le cortara la cabeza al cadáver y se la exhibiera ensangrentada, mientras que Juan de Mena fue muerto a garrotazos.

La indignación producida en Asunción por la ejecución provocó disturbios que derivaron luego en la tercera Revolución Comunera, cuyo líder fue Mompox, antiguo compañero de cárcel de Antequera.

La brutal matanza con que Bruno de Zavala sofocó el alzamiento, constituyó para el Paraguay la desaparición de los principales dirigentes comuneros.

El romance de José de Antequera y Micaela Sánchez

En los cuatro años que residió en Asunción, José de Antequera se había enamorado de Micaela Sánchez Cañete, hija del capitán Bartolomé Sánchez de Vera y Aragón y de Rosa Cañete.

El abuelo de su enamorada asuncena había sido el último adelantado Juan Torres de Vera y Aragón.

José de Antequera tuvo que vivir públicamente con Micaela sin matrimonio y tuvieron un hijo, contraviniendo la moral de la época porque Micaela era casada, aunque sin convivencia con su esposo.

Quedó aclarada la situación de la pareja cuando en 1723, in articulo mortis, la madre de Micaela, doña Rosa Cañete, declaró en su testamento que había casado a su hija Micaela contra su voluntad y que el matrimonio no prosperó, viviendo la joven separada de su marido Ventura Benítez por negarse a cumplir el mandato.

Decía que en descargo de su conciencia introducía la demanda de nulidad en el casamiento obligado.

A la muerte de su madre, Micaela quedó bajo el amparo de su tío, el fraile José Cañete.

La rehabilitación de Antequera llegó demasiado tarde.

El 5 de mayo de 1725 Antequera dejó el Paraguay. 

Cinco años después, el 5 de julio de 1731 fue muerto.

Durante casi 45 años el apellido Antequera no se volvió a nombrar en voz alta en el Paraguay.

En 1767 se produjo el extrañamiento de la Compañía de Jesús.

En 1776 se revisó la causa de José de Antequera, por encontrar que fue injusta y calumniosa, mandada por regulares de la extinguida Compañía de Jesús.

El doctor Antequera debió ser declarado inocente de todo por haber procedido con integridad y celo.

En el público desagravio del deshonor que manchó a su familia, el Rey lo declaró Rector, Fiel y Leal Ministro.

La Cédula Real se firmó 45 años después de la ejecución del caudillo.

El monarca Carlos III, a fines de 1779, otorgó Carta de legitimación real a don José Cañete de Antequera, Regidor perpetuo del Paraguay, hijo de don José de Antequera y Castro y de Micaela Sánchez de Vera y Aragón.

El hijo de José de Antequera fue autorizado a llevar su apellido.

El historiador Roberto Quevedo cuenta la historia del amor entre Micaela Sánchez y José de Antequera, en su libro: “Y el silencio fue roto”.

En 1970 dedicó su libro: “A Marta Zubizarreta, mi mujer que me ayudó y alentó en este trabajo y que legó a mis hijos la ilustre sangre de su lejano antepasado, el caudillo José de Antequera”.

Dice el historiador Quevedo que el hijo de José de Antequera se llamó José como su padre y Cañete por el silencio con que llevó el apellido Antequera.

José se casó con Juana Catalina Domínguez de Ovelar.  Tuvieron cuatro hijos, entre ellos el célebre Dr. Pedro Vicente Cañete y Domínguez, nacido en 1749, un erudito y hombre de estado, fallecido en 1816 en el Alto Perú, quien tuvo cargos de importancia en la América pre independencia.

Dice el historiador Quevedo que: “Tanto tiempo pesó la infamia del decreto que por sedición y rebelión fue declarado traidor don José de Antequera, que ni sus descendientes, con posterioridad a su reivindicación y legitimación real, osaron llevar el ilustre apellido real que perpetuó el fiscal de Charcas, gobernador del Paraguay y precursor de la Libertad en América.

Su doctrina fue revolucionaria porque daba por sentado la preeminencia de la voluntad común sobre el poder real y afirmaba que el rey y sus representantes no pueden obrar arbitrariamente contra el derecho natural.

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