El poeta de “Tardes Asuncenas” es recordado con una calle de Asunción
Prosiguiendo con la serie de entregas sobre los nombres de las calles de Asunción y la historia que encierra cada una de esas denominaciones, elaborada por la señora Evanhy de Gallegos, se brindarán datos sobre la vida del gran poeta, dramaturgo y periodista Néstor Romero Valdovinos, autor del poema “Tardes Asuncenas”, a quien con una arteria capitalina se le rinde homenaje.

Por la Ordenanza Nº 18 de 1994 se denomina Néstor Romero Valdovinos la calle que comienza en la arteria Soldado Robustiano Quintana de la Urbanización Las Colinas. Esta arteria se dirige al suroeste y, en su recorrido, describe una amplia curva hacia el este, hasta terminar en una calle sin denominación oficial, antes de la ruta Transchaco, con quince cuadras de extensión, recorriendo el barrio De la Residenta.
Fue el poeta de Asunción
“Evoco en la distancia, tu luz de atardeceres,
el mágico silencio, que tanto idolatré.
La sombra de tus calles, vistiendo mis amores,
allí junto a la amada que nunca olvidare”.
Sus “Tardes Asuncenas” son la máxima expresión del amor que el escritor Néstor Romero Valdovinos tenía a la ciudad de Asunción.
Nació el 26 de marzo de 1916.
Siendo niño, su familia se mudó a Villeta, donde cuentan que por su afición a la lectura le decían “doctorcito”.
A los 15 años ya incursionó en el periodismo y hacía guiones para “La pensión de doña Liga” y “La tarde que se va”, por radio Teleco.
Tuvo que ir al exilio después de la Revolución del 47 y en Buenos Aires no le faltó trabajo. Fue periodista en Crónica, La Razón y Clarín. Allí escribió sus comedias: “Un Paraguayo en Buenos Aires”, “Más allá del río” y Mbokaja Ha’eño”, que, posteriormente, fue llevada al escenario en nuestro país, con elenco teatral de Rudi Torga.
Era 1948 cuando fue llamado por Herminio Giménez para poner letra a “Renacerá el Paraguay”.Don Herminio deseaba una letra que diera esperanza después de la Revolución del 47.
Sacó su vieja máquina de escribir y de un tirón escribió el poema.
“Tardes asuncenas”, con Teófilo Noguera, nació del recuerdo de su querida ciudad de Asunción. La supuesta novia, la musa inspiradora que le esperaba con flor de reseda en su negra cabellera, era su madre, Evangelista Valdovinos, a quien tuvo que velar en la plaza Lavalle, frente al teatro Colón, porque las autoridades no le permitieron retornar al país.

En Buenos Aires, el 26 de diciembre de 1957, conoció a María Susic, invidente desde los cinco años. Ya no se separó de ella. Se casaron y dos hijos fueron la alegría de sus vidas: Omar y Ulises.
Trabajó en los Diarios La Tribuna y Hoy, donde fue contratado como jefe de redacción cuando retornó del exilio. Escribió también las joyas de nuestro folklore: El Arribeño, Guapo Che Rymba Buey y Tetagua Sapukai.
Solía decir que el paraguayo es como un caracol que lleva a cuestas su patria.
Escribió toda su vida y murió sin haber publicado sus obras.
En su escritorio de jefe de redacción del Diario Hoy, se reunían los periodistas para escucharlo.
Era un maestro del buen decir. Jugueteaba siempre con una bolsita que tenía en su bolsillo. Llevaba tierra paraguaya y decía que el acariciarla, durante su exilio, le permitió sentirla cerca.
Falleció el 17 de diciembre de 1987.
