Una calle de Asunción recuerda a Avión Pyta, el célebre Eugenio A. Garay, héroe de la Guerra del Chaco

Como continuación a la serie de entregas sobre los nombres de las calles de Asunción y la historia que encierra cada una de esas denominaciones, elaborada por la señora Evanhy de Gallegos, se destaca una calle capitalina que lleva el nombre de Eugenio A. Garay, conocido como Avión Pyta, héroe de la Guerra del Chaco.

Por la Ordenanza Municipal N° 649 de 1942, se llama General Eugenio Alejandrino Garay a la continuación de la calle Legión Civil Extranjera, hacia el Norte de la avenida Mariscal López y perpendicular a la misma, para dirigirse en la dirección mencionada a la avenida España.  Es paralela a la calle Mayor Rivarola al Oeste y a Teniente Coronel Sergio Salaskin al Este, en el barrio Villa Morra.

Fue conocido en el Chaco como Avión Pyta

La historia del Paraguay reservó a Eugenio Garay su cuota de eternidad.  Sobre él se cuentan muchas anécdotas, coronando su historia de heroísmo.

Una de estas relata que, cierto día, llegaron nuevos reclutas a su destacamento en el Chaco.  No lo conocían ni por su apodo ni menos por sus características.

En una recorrida de inspección, los soldados veteranos pasaron el grito de ¡Avión!, y se emboscaron a su paso. Mientras, los soldados nuevos exploraban el cielo en busca de la silueta del anunciado peligro.

Entonces Garay les gritó furibundo: ¡Che co la avión ndetovatavy! (¡Yo soy el avión, pedazo de zonzo!).

No sabían que Eugenio Alejandrino Garay tenía el apodo Avión Pyta (avión colorado), en razón de su tez rojiza y de que era un rezongón que retaba a todos por la menor insignificancia.

Apenas lo veían, sus soldados daban la voz de alerta ¡Avión! y se escondían en lo posible.

Este gran paraguayo nació el 16 de noviembre de 1874, hijo de don Vicente Garay y de doña Constancia Argaña.  

Huérfano de sus padres desde 1880, vivió en casa de su tío Ladislao Argaña en Pirayú, donde hizo sus estudios primarios y con su hermano, el también célebre Blas Garay Argaña, vinieron juntos en 1886 a hacer el bachillerato en el Colegio Nacional de la Capital.

Inscripto en la carrera militar, a poco de empezar el general Egusquiza lo envió con otros jóvenes a seguir los estudios en Chile.

En octubre de 1898 obtuvo el sable de honor como primer cadete de su promoción.

En 1900, con el grado de teniente primero, retornó al país y fue incorporado en el ejército nacional, con el grado de capitán, el 5 de julio de 1902.

Las revoluciones le dieron inestabilidad permanente.

Participó en la revolución de 1904, enviado para detener la invasión con el buque Villarrica.  En esa ocasión fue apresado, cubierto de heridas.

El 12 de diciembre se disolvió el ejército al triunfar las fuerzas revolucionarias y por el cambio de gobierno fue radiado del escalafón militar.  Se dedicó entonces al periodismo.

En 1907 conoció a Teodolfa Vera y Aragón y el 8 de mayo de 1908 contrajeron matrimonio en el templo de La Encarnación.  Fueron padres de: María Teresa, Regina de las Mercedes, Alba Gloria, Juan Federico, César Antonio, Vicente Eleuterio y Blanca Rosa.

Era un hombre al que no se podía marginar por mucho tiempo.  Para neutralizarlo, el gobierno lo envió cómo plenipotenciario a Europa, a donde marchó acreditado ante los gobiernos de Francia, Alemania y Gran Bretaña.

A fines de 1911, regresó al país nombrado miembro del Consejo Consultivo del Ministerio de Guerra y de Marina, siendo destituido cuando asumió como presidente de la República el coronel Albino Jara.

Al caer Jara del poder, el 9 de junio de 1911, el nuevo presidente Liberato Rojas, lo llamó nuevamente al ejército y se hizo cargo en Barrero Grande de las tropas gubernistas.

Cuando asumió como presidente de la República Pedro P. Peña, lo nombró ministro de Guerra y de Marina, ascendiéndole a teniente coronel.  Pero al ser destituido y asumir como presidente del Paraguay Emiliano González Navero, fue radiado nuevamente del ejército, por decreto del 27 de marzo de 1912.

Meses después se lo envió como embajador en Bolivia.

Al retornar trabajó en explotaciones madereras, para solventar a su familia.  Hasta se desempeñó como peón de estancia entre 1917 y 1926.

A pesar de su edad, defendió al país en el Chaco.

Con la movilización de 1928, a raíz de los sucesos de Vanguardia, quedó afuera del ejercito por su edad.

Tenía 54 años cuando, al inicio de las hostilidades con Bolivia, el 25 de febrero de 1933, fue nombrado comandante del regimiento 16 de Infantería en Paraguarí.

Un mes después ya se encontraba combatiendo en Fortín Valencia, conteniendo la contraofensiva boliviana sobre Arce.

En setiembre de ese año fue confirmado en el grado de teniente coronel y actuó en la batalla de Pampa Grande.  Penetró solo al reducto enemigo y le arrancó el jefe boliviano el acta de rendición.

Desde Campo Vía hasta Campo Jurado, siguió batiéndose con denuedo.

Con 60 años, no conocía la fatiga.

En 1934, al mando de la VII División de infantería, realizó la persecución del enemigo desde Platanillos. pero por divergencia con su superior retornó a Asunción, donde pidió ser desmovilizado.

Yrendague fue su mayor sacrificio por el Paraguay.

Durante la contraofensiva boliviana sobre Strongest, el presidente Eusebio Ayala invitó a Garay a reincorporarse y nuevamente fue al Chaco.

Se hizo cargo de la VII división y luego también de la II, con las cuales formó el Destacamento Garay, fuerza escogida siempre por el general Estigarribia para las misiones más difíciles y arriesgadas.

Al frente de esa fuerza le estaban reservadas la hazaña de Cañada El Carmen y la marcha históricamente portentosa sobre la aguada Yrendague.

Capturó los únicos pozos de agua de la región y 12.000 hombres bolivianos cayeron prisioneros.  Así ganó su ascenso a coronel y el preciado galardón de La Cruz del Chaco.

Estaba en plena lucha en el Chaco, cuando el 25 de junio de 1934 un mensajero de la Comanchaco le comunicó en guaraní: heika ndeve nde rembirekó ndaje omano.  (Le comunico que su esposa falleció).

El general José Félix Estigarribia le permitió utilizar su avión para venir a Asunción, pero su respuesta fue: “No puedo abandonar mi unidad, que se conceda permiso a mi hijo Juan Federico, para que pueda cumplir con su madre y darle cristiana sepultura”.

La acción más heroica del inolvidable coronel Eugenio A. Garay la cumplió al frente de mil soldados, haciendo con ellos un pique de cerca de 70 kilómetros en la retaguardia del enemigo a Yrendague (lugar donde hubo agua), apoderándose de sus aguadas.

La Octava División de Infantería a su cargo, se componía de los Regimientos N° 16 de Infantería Mariscal López, al mando del mayor de reserva Lorenzo Medina; el Regimiento de Infantería N° 18 Pitiantuta, al mando del capitán Politeo Smith y el Regimiento de Infantería Batallón 40, al mando del teniente Ceferino Vega.

Esta maniobra puso a merced del ejército paraguayo a 12.000 hombres bolivianos, privados totalmente de agua, que se desbandaron pereciendo en la jornada 7.000 de ellos.

La hazaña del coronel Garay se transformó en una de las grandes victorias paraguayas.

El coronel Eugenio Garay les decía entonces a los sedientos a punto de caer en la marcha: “Hagan un esfuerzo más y vamos a morir todos juntos allí”.

De los mil hombres, solo llegaron trescientos que, tras corta lucha, se apoderaron de las aguadas y sin beber aún una sola gota de agua, para dar la sensación al enemigo del poderío de sus armas y del número de soldados que no tenían.

La frase heroica del coronel Garay era: E pua che ray ha jaha ñamano oñondive Yrendaguepe. (Levantate, hijo mío y vamos a morir juntos en Yrendague).

Al término de la guerra retornó a Asunción, donde falleció de un síncope cardíaco el 22 de mayo de 1937.

Repetía: “Ya nada me resta en la vida más que morir elegantemente, donde les esperaré con mi querida esposa”.

Llegó al grado de general de la Nación en forma póstuma. Alguien dijo de él alguna vez: “Fue un soldado de la vida”.

Los billetes de 10.000 guaraníes del año 1963 llevaron su fotografía.

Un municipio lleva su nombre.

En Asunción, la denominación de una plaza del barrio Mburucuyá también le rinde homenaje.

Calles de los municipios de todo el país honran su memoria. 

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