La gran Nación Guaraní, a la que la Conquista de América no derrotó pues persiste su cultura, es recordada en una calle capitalina

Por la Ordenanza Nº 649 de 1942, se denomina Guaraníes a la primera calle paralela al Sur de la avenida Eusebio Ayala. Principia en la avenida Intendente Guggiari y se extiende, al Este, hasta la calle Teniente Julián Antonio Riquelme, en el barrio Vista Alegre.

El ingeniero científico Félix de Azara rescató para la historia el relato de los sucesos del 11 de enero de 1537, en el primer enfrentamiento de los habitantes del actual Paraguay ante los invasores, al mando del capitán Juan de Ayolas.

Durante la batalla en la actual Villeta, los pobladores gritaban la frase: ¡Guaraní epyta!

Defendiéndose,  se daban a conocer como “guaraníes” y ponían límites a los conquistadores repitiendo: ¡ Epyta!… que significa: ¡ detente, quedate!

Avasallando a los indios con las armas de fuego, los capitanes Domingo Martínez de Irala y Juan de Ayolas siguieron río arriba, hasta la actual Lambaré.

Ulrico Schmidl, el soldado alemán cronista que los acompañaba, calculó que habría allí unos 40.000 hombres armados con arcos y flechas, que también fueron vencidos por las armas de fuego.

Finalmente, cuando Domingo Martínez de Irala  ya estuvo establecido en 1537 en la actual Asunción, estimó que habría entre 35.000 y 40.000 guerreros en un radio de 98.000 km2, desde el río Paraguay hasta los ríos Ypané, Jejuí, Tebicuary y el Paraná del Sur.

La antropóloga Branislava Susnik contabilizó 27.000, lo que le permitió calcular una población de 100.000 habitantes y, en Asunción, una densidad poblacional de 1,5 habitantes por km2.

Gregorio Acosta, español partidario de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, acusaba que durante el gobierno de Irala murieron 30.000 indios.

Y cuando en 1556 Irala hizo el primer reporte de encomiendas, apenas pudo esclavizar 20.000 hombres, para servir a nada más que 320 españoles.

El antropólogo francés Pierre Clastres dice que eran unos 200.000 los guaraníes a la llegada de los españoles a estas tierras.

El antropólogo Bartomeu Meliá dice que en el otro territorio guaraní, el Guairá, que abarcaba hasta el actual Brasil, había 300.000 habitantes y cree posible la hipótesis de 1.500.000 a 2.000.000 de  guaraníes y que, 60 años después de la llegada de los españoles, quedaban 1.200.000.  Para 1610 quedaban 400.000 y 12 años después apenas 200.000 guaraníes.

Sufrieron una catástrofe demográfica tan fuerte que cuando llegaron los jesuitas, algunos indios, ya no tenían más voluntad que la de obedecer como modo de escapar a la muerte.

De acuerdo a los censos de 2012, existen 117.150 indígenas en Paraguay, distribuidos en 19 pueblos pertenecientes a 5 grupos lingüísticos, que habitan en 13 departamentos y en Asunción.

El principal legado de los guaraníes, que migraron 1.000 años AC, desde las costas del mar Caribe, es el idioma que en Paraguay es lengua viva, además de idioma oficial.

También nos legaron la medicina guaraní y una valiosa farmacopea, el juego de pelota al que se llama fútbol y un extenso listado de recomendaciones saludables, que las familias siguen practicando, como no beber entre comidas, ayunar para mejorar la salud, dormir con los pies abrigados, el baño diario, el lavado de las manos antes de comer y las rutas principales actuales, que eran caminos en búsqueda de la tierra sin mal, el tape avirú.

Y si a pesar de la medicina guaraní los enfermos no sanaban, dice el antropólogo León Cadogan que “le cambiaban el nombre, ya que el nombre es un pedazo del alma de su poseedor y cuando se han agotado los recursos para salvarle la vida, se apelaba a lo último, cambiarle el nombre, así el enfermo, dotado de un nuevo nombre, hasta cierto punto, se salvaría, siendo una persona diferente”.

Señalando la grandeza de la Nación Guaraní y su migración milenaria por el continente americano, el 17 de agosto de 2008, en el Teatro Municipal Ignacio A. Pane, el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, en un acto memorable, emocionó al auditorio con su poema “La arcadia perdida” que en uno de sus versos dice:

“Yo he añorado el paraíso toda mi vida.

Lo he buscado como un guaraní,

pero ya sé que no está en el pasado (un error científico en la biblia que Cristo ha corregido),

sino en el futuro”.

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